Dinos qué preguntas haces y te diremos qué conversaciones tienes.
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Intenta notar la diferencia entre estas dos preguntas: ¿Qué debemos hacer? Y ¿Qué podemos hacer? Ambos interrogantes apuntan a buscar una solución, sin embargo, no son lo mismo por la intención que tiene cada una. A partir de la pregunta que hagas es posible que el otro se disponga o no a contar su historia y sus ideas. En ese sentido, ¿con cuál pregunta te quedarías?
Usualmente hemos aprendido más a dar respuestas que a hacer preguntas ¿verdad? Nos evalúan o felicitan por las respuestas que damos y no necesariamente por las preguntas que hacemos, y esto sin ser suficiente, nos han acompañado frases como: “no hagas esa pregunta tan boba” o “para qué preguntas eso”. Quizás, esto ha hecho que no nos animemos mucho a formular más preguntas.
Por ahora, trata de dejar estas ideas a un lado para reflexionar en el tipo de preguntas que haces en tus conversaciones, retroalimentaciones o reuniones. Seas líder de un equipo o hagas parte de uno, tienes la oportunidad de atreverte a crear nuevas preguntas que orienten tus conversaciones a descubrir nuevas posibilidades, comprender mejor una situación o proyectar acciones. Recuerda aquella pregunta que no haces es una puerta que no abres.
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Por un momento recuerda tu clase de español en el colegio, en la que te enseñaron que existen dos tipos de preguntas: las cerradas y las abiertas. En caso de que no recuerdes el detalle, aquí te explicamos algunas de sus diferencias y prácticas que te facilitarán a que te lances a proponer nuevas preguntas, construir conversaciones que impulsen al objetivo y a encontrar soluciones en equipo.
Algunas diferencias
Una pregunta cerrada no es simplemente aquella que se responde con las palabras “sí” o “no”. También, pueden responderse mediante números, ubicaciones o hechos. Estas nos sirven para concretar, dar aprobaciones, validar datos, compromisos o una información recibida. En lo que limitan nuestras conversaciones, al ser cerradas, es que no nos llevan a pensar en ideas frescas o visualizar nuevas posibilidades.
Por su lado, las preguntas abiertas y efectivas generan respuestas que no han sido ensayadas e invitan a que surjan más preguntas.
Por lo general, nos sentimos cómodos y seguros haciendo preguntas cerradas, es una habilidad con la que contamos la mayoría. Lo ideal es que pasemos al siguiente nivel con las preguntas abiertas.
Mira algunos ejemplos e identifica las diferencias en las respuestas que puedes generar dependiendo del tipo de pregunta que elijas hacer:
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¿Notaste algo diferente? Nosotros nos hemos dado cuenta de que cuando hacemos muchas preguntas cerradas las conversaciones se pueden sentir más como un interrogatorio, y cuando nos hacemos preguntas abiertas, creamos una experiencia fluida.
¿Qué puede apoyarte para formularlas?
● Valida contigo mismo la intención, el para qué vas a hacer esa pregunta.
● Chequea tu nivel de apertura. Si vas a hacer una pregunta abierta, es clave que también estés abierto a las respuestas y posibilidades que propone el otro.
● Intenta dejar de lado tus juicios y haz preguntas que beneficien el avance de la conversación hacia el objetivo.
● Activa tu empatía y curiosidad natural.
● Orienta tus preguntas para entender realmente lo que el otro quiere decir y no para obtener un resultado que esperas o para querer demostrar algo.
● Si no quieres condicionar a la otra persona a que se ponga a la defensiva o a justificarse, transforma tus preguntas. Por ejemplo, reemplaza el por qué por un cómo, un qué o un para qué.
No esperes más, anímate a crear nuevas preguntas abiertas para crear conversaciones significativas en lo personal y profesional… esas que no están condicionadas y te invitan a replantear ideas cuando se cree que todo está dicho.
¿Qué preguntas te surgieron? ¡Compártenos tu colección!
Ten un lindo día,
Equipo Inspirare
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